domingo, 20 de noviembre de 2011

Ιθάκη- Ítaca

Me preguntan por Ítaca.

Penélope (C. Dobletoglu)
Aquí está Penélope. En Ítaca. Esperando el regreso de un marido ausente desde hace veinte años. Diez   los pasó luchando ante los muros de Troya; otros diez hace que partió de allí y no ha regresado a  su isla. El palacio está lleno de pretendientes de insoportable insolencia, esclavas traidoras, su hijo en peligro, el anciano suegro retirado en el campo...





Día tras día, éste es su mundo, el que rodea el palacio al que llegó desde Etolia tras su boda... Ítaca.


Sitio de Exoyí-S. Atanasio. ¿El palacio de Odiseo?


Muy lejos de allí está Odiseo. Ocupado en mantener a salvo su vida y la de sus compañeros,  afrontando continuos peligros por obra de gentes bárbaras, de Posidón y de otras divinidades cuyos mandatos no han respetado. Va y viene de un lado al otro del mar entre tierras, según el capricho de los dioses.

Una reconstrucción de los viajes de Ulises más imaginativa de lo habitual (Stavrós)


Posidón le aborrece y él es un marino. Cegó al temible Polifemo, hijo del dios, devorador de hombres...  Su  curiosidad le pierde: él se introdujo voluntariamente en la cueva del  Cíclope, y no por hambre,  sino porque quería ver a aquel hombre y pedirle los regalos que como huésped le correspondían, desoyendo el prudente consejo de sus compañeros: huir cuanto antes.   Ha pasado largos años con la dulce Calipso, es verdad que Circe quiso mantenerlo a su lado, pudo quedarse junto a la joven Nausícaa, pero añora su tierra:

Soy Ulises Laertiada, famoso entre todas las gentes
por mis muchos ardides; mi gloria ha subido hasta el cielo.
Mi mansión está en Itaca insigne en el mar, pues en ella
alza el Nérito excelso sus bosques de trémulas hojas;
muchas islas también habitadas se agrupan en torno,
 tales Sama y Duliquio, con Zante poblada de selvas;
baja es Itaca, empero, y, repuesta en las sombras de ocaso,
 ve a las otras alzarse del lado del sol y la aurora.
 Aunque abrupta, sustenta valientes muchachos; no hay nada
 que se muestre a mis ojos igual que mi tierra.

 (Homero, Odisea IX, 19-28 ; trad. de J.M. Pabón)




Y cuando, tras arribar a ella profundamente dormido, despierta, todo se le muestra extraño: las sendas, los abruptos roquedales, el cómodo puerto, los árboles llenos de hojas...


El abrigado puerto de Vací, principal ciudad de la isla



Es Atenea quien ha de hacerle de guía para que sepa dónde se encuentra:

Aquí tienes el puerto de Forcis, el viejo marino,
y, a tu vera, en su fondo, el olivo de gráciles hojas; 
junto a él una cueva sombrosa y amena, recinto 
de las ninfas del agua que llaman las náyades, 
gruta espaciosa y cubierta en que tú tantas veces hiciste 
hecatombe perfecta a las diosas; y mira a este lado, 
la montaña del Nérito envuelta en sus bosques.

(Homero, Odisea XIII 345-351; trad. de J.M.Pabón)
Ítaca desde la Cueva de las Ninfas (¿el puerto de Forcis?)



Emprender el viaje hacia Ítaca, sea o no la que este nombre lleva la verdadera tierra del Odiseo homérico,  es, no sólo por devoción a Cavafis, una necesidad compartida por cuantos nos hemos dejado seducir por Homero. Allí, en el mar Jónico, sigue anclada la isla. No importa tanto la arqueología como emplear los cinco sentidos y, sobre todo, dejarse llevar por la imaginación, como quienes escuchaban a Homero o al aedo de turno…



Cueva de las Ninfas



















Alalcomenas (al fondo, Cefalonia)


Realmente, se non è vero, è ben trovato...

(P.S. Mis fotografías son todas de Ítaca. He empleado la traducción de J.M.Pabón de Odisea, Gredos, Madrid 1982, porque me encanta).

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