domingo, 10 de noviembre de 2013

Diálogo (pseudo)socrático sobre el premio de la SEEC a "Caminando con Ulises"

     SÓCRATES.- Amigo Fedro, ¿dónde vas ahora y de dónde vienes?
     FEDRO.- De un acto de entrega de premios en el que te han mencionado a ti mismo, y eso que quien lo hacía formaba parte de un grupo de sofistas, esos que no se avergüenzan de recibir dinero a cambio de sus enseñanzas.
     SÓCRATES.- ¿Y cuáles fueron sus palabras? Las escucharía de buen grado.
     FEDRO.- Te enterarás si tienes tiempo de escucharme mientras paseamos.
     SÓCRATES.- Por supuesto. ¿Crees acaso que yo no estimaría por encima de cualquier urgencia escuchar lo que allí se dijo?
     FEDRO.- ¿Dónde quieres que nos sentemos para que hablemos de manera más cómoda? ¿Ves aquel grandísimo plátano junto al Paraninfo?
    SÓCRATES.- Sí.
    FEDRO .- Allí hay sombra, y una ligera brisa, y césped para sentarnos, o, si lo prefieres, recostarnos.
    SÓCRATES.- Avanza pues, escoge la postura en que hables con mayor comodidad y habla, pues soy amante de aprender. Los campos y los árboles nada quieren enseñarme, y sí los hombres de la ciudad.
     FEDRO.- Escucha pues: allí se dijo que Odiseo había tenido que marcharse obligado de su patria, y que en los largos años que pasó alejado de su isla padeció fatigas, pero también disfrutó de la vida.
     SÓCRATES.-¿Es acaso disfrutar de la vida pasar un año junto a una mujer que, puesto que no ha podido convertirte en cerdo, te ha tomado por amante o en compañía de otra que al cabo de siete años no está aún dispuesta a renunciar a ti?
     FEDRO.- También se dijo que la nostalgia de Odiseo le llevó a abandonar todo lo bueno que había conseguido por regresar al hogar.
    SÓCRATES.- Sí, por el Perro, pues renunció a la inmortalidad que le ofrecía Calipso, y perdió por obra del marino Posidón las pocas cosas que ella le había dado.
    FEDRO.- ¿Y no es cierto que conservó escondidos en una cueva de su isla los tesoros que le entregaron los feacios para que su vuelta no fuera la de un mendigo?
    SÓCRATES.- Admito lo que dices, pero a todos les resulta evidente que las cosas materiales nada son al lado de lo importante: los padres, la esposa, el  hijo.
     FEDRO.- En esto, amigo, tienes razón: allí se dijo que al optar por el regreso sabía que en su casa faltaría ya su madre (el propio Odiseo la había visto salir sin vida del Hades), su padre sería un anciano necesitado de ayuda, su esposa habría perdido la lozana juventud y el rostro de su hijo le sería totalmente desconocido.
     SÓCRATES.- Pero, bienaventurado Fedro, ¿no querrías pasar directamente a las palabras en que se habló de mí sin pedir permiso alguno? ¿O tendré que obligarte a ser más breve?
     FEDRO.- Nada me gustará más que informarte sobre lo que preguntas. Allí se dijo que se aprende paseando al aire libre y por eso tales sofistas y los discípulos de los que se sienten tan orgullosos  van y vienen entre árboles y flores, rodeando los estanques, metiéndose en grutas y en una casa de fieras para escuchar lo que Homero narró como si las Musas melodiosas contribuyeran en algo a un mayor conocimiento de las cosas antiguas. Y aseguran que tú eres el maestro que les ha enseñado a salir de sus cubículos y a buscar la inspiración bajo el cielo azul.
     SÓCRATES.- ¡Oh, amigo Fedro! ¿Y te parece que en esto último han pasado, si me fuera permitido decirlo, por un trance de inspiración divina o  han expresado desvergonzadamente sus discursos?
     FEDRO.- Mucho podríamos hablar al respecto, y examinar la verdad del dicho que afirma que mucho mienten los aedos, pero marchémonos, Sócrates, puesto que se ha mitigado el calor y veo que se acerca hacia nosotros uno de aquellos sofistas dispuesto a pedirnos cuenta de nuestras palabras si reconocemos que, verdaderamente, lo que dicen son necedades revestidas de hermosas palabras.
     SÓCRATES.- ¿Y no convendría antes de marcharnos elevar una plegaria a los dioses de estos lugares?
     FEDRO.- Desde luego.
     SÓCRATES.- ¡Oh, Pan querido y demás dioses del lugar! Concededme que mi nombre se emplee con sensatez y que por muchos años se considere rico al sabio y se desee la belleza interior antes que la exterior. Y que esos sofistas, aún cobrando buenos dineros, sean capaces de infundir en sus alumnos la idea de que las cosas que verdaderamente merecen la pena son difíciles, pero no debemos renunciar jamás a ellas.
      FEDRO.- Suplícalo también en mi nombre, pues son comunes las cosas de los amigos.
      SÓCRATES.- Vámonos, pues.

                              V Premio Innovación Educativa Delegación de Madrid SEEC (Foto: O. Martínez)

Algunos de los sofistas premiados (Ángeles Patiño, Ana Heydt, Lucía Rodríguez, Conchita Valcárcel y Rosa Mariño) con sus alumnos.


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