martes, 15 de diciembre de 2015

Contra el enfado, gimnasia rítmica

     Después de  preparar un barco para Odiseo  y celebrar un banquete en su honor, el rey de los feacios, Alcínoo, propone salir de las estancias cubiertas al aire libre, al ágora, para practicar todos los juegos atléticos y que el noble huésped cuente de regreso a su patria, a Ítaca, cuánto aventajan los feacios a los demás en el pugilato, la lucha, los saltos y la carrera (Homero, Odisea VIII 100 ss.).  

       Dicho y hecho. En la carrera gana Clitoneo, en la lucha Euríalo,  en el salto Anfíalo, en el disco Elatreo y en el pugilato Laodamante, hijo del rey. Pero este jovencito propone a Odiseo que intervenga en la prueba en que se haya ejercitado habitualmente con anterioridad. pues -dice- no hay mayor gloria para el hombre que la que logra con sus pies o sus manos. Odiseo no se muestra dispuesto, pues no está en su mejor momento después de haber sufrido tantos males (incluido el naufragio que le ha hecho arribar a la isla de los feacios sin ni siquiera lo puesto), pero el peleón Euríalo insiste, poniendo en duda que el extranjero esté adiestrado en los juegos y afirmando que en nada se parece a un atleta (y eso que Atenea le ha hecho más alto y robusto de aspecto para impresionar a los feacios). Odiseo se enfada con tan despectivas palabras, coge un disco más grande y pesado de lo normal y lo lanza lejísimos, desafiando a quien quiera superar esa distancia o a competir con él en el pugilato, la lucha o la carrera, e incluso con el arco o la jabalina; únicamente se considera desentrenado para la carrera al haber pasado tanto tiempo metido en un barco. El rey Alcínoo no lo permite (en realidad los feacios no son tan buenos en la lucha, aunque corren con veloces piernas) y, para aplacar su cólera, ofrece a Odiseo un espectáculo de danza con música del aedo Demódoco quien acompaña con la lira el relato del adulterio de Afrodita y Ares y cómo fueron puestos en evidencia por Hefesto, y, a continuación Halio y Laodamante, dos de los tres hijos del rey, se separan del resto de los danzantes y con una hermosa pelota purpúrea hacen gimnasia mientras los demás jóvenes dan palmas, dejando asombrado a Odiseo, que, contra lo que podía parecer, aún no había visto todo en su vida.


         Beneficiosos  son sin duda los efectos de la música. Pero no lo son menos los regalos que los feacios, Euríalo incluido,  ofrecen a Odiseo para que regrese a su isla como merece hacerlo un rey. 
         Bien está lo que  bien acaba.

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